miércoles, 13 de mayo de 2009


Paradigmas de los ecuatorianos y la moda.

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¿La moda es una moneda?: reflexiones sobre ‘los unos’ y ‘los otros’


Diría que más bien es una alcancía con trampa, de la cual la sociedad escoge sólo selectas monedas para entretenerse con ellas. En Ecuador la situación de los otros va más allá de la moda, pero curiosamente recae en ella debido a la sustancialidad de las diferencias vistas desde lo aparente. La ecuatorianeidad ha estado plagada de simbologías y referentes –entre imaginarios y reales- sobre lo que somos. Desde mi punto de vista, esto se debe en gran medida a la diversidad y el manejo de esa diversidad. Somos diversos, sí. “Pluriculturales y multiétnicos”, dicen. Sin embargo estas diferencias se arraigan en cuestiones más profundas que el origen y las variaciones culturales. El peso de la raza, la clase y el regionalismo se ha sobrepuesto a lo diverso visto desde un punto optimista para llegar a ser el leitmotif de los conflictos entre nosotros mismos.

Es ahí cuando aterrizamos para cuestionar si es de esperarse de la humanidad en general, el que salgan este tipo de problemas sociológicos. Por encogerme y trabajar mejor sobre un motivo, divagaré en torno a la folklorización de la variedad ecuatoriana. Ya que estaban mencionadas las minorías representadas en programas de televisión, quisiera pensarlos como ‘unos’ más, más que como ‘los otros’ de una sola vez. Pero es casi imposible. Su atuendo, su forma de hablar, sus ademanes, sus costumbres y demás, son inmediatamente rechazados o considerados inadaptables a la sociedad común blanco-mestiza. Y eso es en cualquier forma. Cuando hablamos del Ecuador, el orgullo por lo que hacen los indígenas o cómo cocinan los esmeraldeños, por poner ejemplos básicos, es lo primero de lo que hablamos. Sin embargo, no seríamos capaces de usar ninguna prenda que nos afiance físicamente con esas culturas.

Por otra parte están quienes, positivamente, folklorizan a ‘los otros’ sin malas intenciones, pero discriminan a la final. Que si soy bien ecuatoriano decoro mi casa con vasijas de barro, que visto de vez en cuando un chal comprado en Otavalo para ir al teatro o les tomo fotos a los ‘indiecitos’ del campo cuando me voy al “Café de la Vaca” a pasar un fin de semana lejos de la metrópoli consumista. Este discurso es tan folklorizador, como la costumbre de los quiteños de remedar cómo hablan los longos, cuando imitamos a alguien que nos cae mal. Esa idea de los otros vista como un antónimo de los mestizos, blancos o como sea, genera un efecto profundo en las minorías étnicas, como en el de las subculturas.

Es decir, esta visión de las minorías étnicas como un conjunto de folklore, las hace más iguales a ellas mismas y más diferentes a la mayoría. Dick Hebdige, en Subcultura lo explica a través de una cita de Roland Barthes de esta forma: “…el ‘otro’ [es] transformado en algo exótico y carente de sentido, un <> (134).

La diferencia radica en que las subculturas parecen fortalecerse con este rechazo del común, porque las subculturas por voluntad decidieron ser lo que son y diferenciarse de esa masa normal. Son apartadas por su naturaleza. Por ejemplo, retomando a Hebdige, el autor menciona la transgresión al lenguaje por parte de las subculturas con un objetivo: el de perturbar el orden (126). En el caso de las minorías étnicas, en especial aquellas que practican otro idioma, no sólo transgreden el lenguaje, sino que no lo hablaban antes, por lo que esta transgresión se vuelve meramente inconsciente. Un ejemplo, los shuaras que se insertan en la sociedad urbana blanco-mestiza: ¡preferirían no diferenciarse! De ahí que cuanto antes empiezan a adoptar la vestimenta de los mestizos y a pensar igual que los mestizos.

Por último, me es familiar divagar en este término de la folklorización, en el cual estamos hablando de una separación fuera de la voluntad de ambos. Ese sería el problema fundamental y el comienzo de un rollo más profundo. Al momento de folklorizar, estamos haciendo a las minorías étnicas, parte del paisaje, de nuestro paisaje, asumiendo inherentemente que tiene propiedad. Lo curioso es que es una constante reivindicación de lo que es y lo que debe ser que transgrede no sólo lo que nació así, sino lo que tiene que empezar a convertirse hasta ser parte de una masa. Termino con este pensamiento de Barthes sobre la cuestión de la identificación: “los muestra más y a la vez menos exóticas de lo que son. Se dirían formadas por alienígenas peligrosos que a la vez son niños revoltosos, animales salvajes que a la vez son mascotas traviesas” (Hebdige, 134). Es eso lo que trato de decir. Quizás un tanto fuerte, pero, qué se le hace a la verdad, más aún cuando la moda tiene una alcancía llena de monedas a su alcance… pero su único referente es la moneda de one dollar que está sobre las demás… esa, la doradita.

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